Me acuerdo de
estar con el cuadernillo de caligrafía, intentando repetir el ejemplo lo más
parecido posible, una y otra vez, en el mismo renglón, con mi Parker de tinta
azul no queriendo traspasar la hoja.
Me acuerdo que
un día lo fui a comprar a la librería, que el papel era grueso, espeso de un
color amarillento, porque blanco no era. De tapa troquelada, rectangular, apaisado. Que lo toqué y le hice flamear
las hojas para contar en el aire su tiempo.
Me acuerdo de
tratar de embocarle con equilibrio, de encontrar mi forma de esgrimir la
lapicera, con destreza, con estilo en unísono ritmo.
Me acuerdo
que empezábamos con la A en minúscula, mayúscula, imprenta
y cursiva. La B. La C__________________________hasta Z y así hasta llegar a las palabras…
Me acuerdo de
la práctica, de la pluma moviéndose para no cometer errores de los comunes
denominadores de la estética. Recuerdo reforzar en ésa época la ética y la
réplica. La concentración sin fuerza.
Me acuerdo sin
fecha exacta que lo completé y que lo volví a ver desde el principio. La
segunda y la tercera y la cuarta parecían letras miedosas. Desde la quinta sin
correcciones mías, y con la letra Maestra al final de cada renglón a veces
tildadas, a veces su rojo y encontraste, mi pluma azul.