La musa que
duerme en el vino se despierta con la pluma,
Con lunas
como excusas
Sabe que la
usas.
Abusas
Y no te
acusa.
Se vuelve
una medusa,
Intrusa,
En tu letra
reclusa,
Que no se
rehúsa.
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Eres parte de ese vestigio alimentario con el que naciste.
Eres la
herencia del ADN donado por las varias generaciones que te anteceden.
Eres la paz
que intentas tener cada vez que te levantas para vivir un nuevo día.
Eres la
amiga que emprende el camino de tomarte de la mano para acompañarte.
Eres luz,
que emana la energía directamente proporcional a cómo estás por tus adentros.
Eres
partes, porciones de un todo que, bajo la lupa, te deja entrever.
Eres la
contradicción de tu mismo cuando algún pensamiento te dice en secreto que vayas
por otro lado.
Eres la
funcionalidad de tu cuerpo cuando se pone a crear lo tangible.
Eres lo
posible y lo imposible de estar contigo adentro, encerrada en tu propia
respiración.
Eres vivo y
no eres cuando te alejas de vos.
Dejo la luz
del abrazo como un atajo que tallo con brillos y rayos.
Dejo un
suspiro que en años va a ser como el aire de un recuerdo lejano.
Dejo vino
para el camino de aquellos que supimos beber con amigos.
Dejo
papeles escritos es un escondrijo para que juegues a encontrarte conmigo.
Dejo mi
abrigo, la lana y un cobijo para que sepas que ahí me veo contigo.
Dejo flores
que extrañaran el sonido.
Dejo atajos
infinitos para volver a verte como escribieron nuestros destinos.
Dejo y
encuentro los presentes como vividos.
Dejo el
despojo para aliarme con el brindis del vino; tus manos y de nuevo el destino.